Introducción
La Tierra contiene aproximadamente 1,4 millones de kilómetros cúbicos de agua, pero alrededor del 97 por ciento de ella es agua de mar o agua salada. Del 3% restante, el 20% pertenece a aguas subterráneas, el 79% están encerradas en casquetes polares y glaciares, y sólo el 1% es agua superficial de fácil acceso (ríos, lagos, vapor de agua atmosférico y humedad del suelo).
Si dividimos esta cantidad por el número total de habitantes del planeta puede parecer que se trata de una cantidad suficiente como para cubrir todas las necesidades fundamentales para la supervivencia humana. De hecho, se estima que, hay agua dulce suficiente para abastecer a unos 20.000 millones de habitantes. Desgraciadamente, no está distribuida de forma pareja, como lo demuestran las extensas regiones áridas y semiáridas existentes. De acuerdo con las estimaciones del Banco Mundial, más de mil millones de habitantes en el mundo no tienen acceso a suministros de agua apta para el consumo y otros 1.700 millones carecen de saneamiento adecuado. Garantizar el suministro a esos mil millones de personas requeriría una inversión cinco veces superior a la que se destina a este fin actualmente, es decir unos 50.000 millones de dólares al año. Según la Organización Mundial de la Salud, el abastecimiento de agua urbana cuesta unos 105 dólares por persona y una media de 50 dólares en el medio rural.
El consumo de agua se ha triplicado en el mundo desde 1950. La respuesta a este aumento de la demanda ha consistido, en la construcción de más y mayores obras hidráulicas, sobre todo embalses y canalizaciones de desvío de ríos. Más del 85 por ciento de los grandes embalses que existen en la actualidad se han construido durante los últimos 35 años. La ingeniería moderna ha permitido garantizar el suministro a zonas urbanas y rurales pero, según los ecologistas, ha favorecido la degradación de los deltas fluviales y ha propiciado la inminente extinción de especies y humedales.
En 1990, 20 países sufrían escasez de agua. En 1996, ya eran 26 (230 millones de personas) según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El número de países con problemas de abastecimiento de agua puede elevarse a 41 en el año 2020. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calcula que de aquí al año 2027, aproximadamente un tercio de los habitantes del mundo sufrirá una seria escasez de agua seria. Las razones para ello son evidentes: la mayor demanda sobre los recursos de agua dulce provocada por las crecientes poblaciones humanas; el empeoramiento de la calidad de los recursos acuíferos existentes debido a la contaminación y las necesidades creadas por la dinámica expansión industrial y agrícola.
A la escasez de agua hay que sumarle, como problema añadido, su contaminación. La FAO ha advertido en distintos informes los efectos contaminantes de los plaguicidas y fertilizantes utilizados en la agricultura, que dañan las reservas de agua en superficie y subterránea. Aproximadamente un 80 por ciento de toda la contaminación de las aguas tiene como origen las actividades humanas en tierra, tales como la urbanización, la agricultura, el turismo, el desarrollo industrial, el vertido de aguas residuales insuficientemente tratadas y desechos industriales, y la construcción de infraestructura costera.
Criterios de elección
entre aguas de diferentes orígenes
El primer problema que se le plantea
a los responsables del abastecimiento de agua potable, consiste en la elección
de su origen: agua subterránea, tomada a mayor o menor profundidad, agua
superficial de ríos o lagos, o eventualmente, agua de mar.
Pero no siempre se tiene esta posibilidad de elección, ya que algunas regiones no disponen de agua subterránea en cantidad o calidad suficientes, cerca o a una distancia razonable. En cambio, otras poseen importantes recursos subterráneos, por lo que la elección no resulta dudosa.
Pero no siempre se tiene esta posibilidad de elección, ya que algunas regiones no disponen de agua subterránea en cantidad o calidad suficientes, cerca o a una distancia razonable. En cambio, otras poseen importantes recursos subterráneos, por lo que la elección no resulta dudosa.
Otras regiones, próximas a las costas, que no tienen ni agua subterránea ni agua superficial tienen necesariamente que recurrir al agua de mar, a menos que se prevean largas conducciones de agua no salobre o costosos transportes en barcos-cisterna.
Cuando existen posibilidades de elección, los factores principales que deben tenerse en cuenta son los siguientes:
Características examinadas
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Aguas superficiales
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Aguas subterráneas
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Temperatura
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Variable según las estaciones del año
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Relativamente constante
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Turbiedad
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Variables, a veces elevadas
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Bajas o nulas
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Mineralización
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Variable en función de los terrenos,
precipitaciones, vertidos, etc.
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Sensiblemente constante, generalmente mayor que en
aguas de superficie de la misma región
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Oxígeno disuelto
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Normalmente próximo a saturación
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Ausencia total en la mayoría de los casos
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Acido sulfídrico
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Ausente
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Normalmente presente
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Sílice
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Contenido moderado
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Contenido normalmente elevado
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Nitratos
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Poco abundantes
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Contenido a veces elevado
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Elementos vivos
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Bacterias (algunas patógenas), virus, plancton
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Frecuentes ferrobacterias
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